martes, 1 de septiembre de 2009

Nueva hazaña del Tempranillo


Para vergüenza de la justicia y el orden, y para mayor gloria del ya ilustre José María “El Tempranillo”, es de señalar el suceso acaecido la semana pasada en el camino entre Campillos y Almargen. Que poco se esperaban, el flamante capitán Don Álvaro de Tejada, el teniente Luís de céspedes y los 50 hombres armados que acompañar en su camino a una caravana con productos del Rey, nuestro soberano, iba a acarrearles la mayor vergüenza que nunca antes habían pasado.
El capitán dio el alto, cuando vio a un grupo de bandoleros que miraban la caravana. Uno de ellos disparó un trabucazo sin consecuencias, por lo que el Capitán sin dudarlo ni un instante, se lanzó en pos de ellos con la compañía entera. Los persiguieron hasta un encinar cercano, allí se refugiaron los bandoleros, sin dejar de disparar. El Capitán los tenía a raya, atrapados entre una pared de piedra y el fuego de los soldados....

...De repente otros bandoleros dispararon por los laterales, por lo que el Capitán tuvo que abrir el cerco para dar la cara hacia el nuevo frente. Cuando llevaban una media hora tiroteándose los unos a los otros, se oyó un silbido agudo, y como por ensalmo, desaparecieron los bandoleros. Estuvieron buscándolos un buen rato, hasta que se dieron cuenta que habían huido, escapando entre las jaras y las piedras.
Regresaron pues, en busca de la caravana, y cual fue su sorpresa, cuando al llegar se encontraron con los arrieros y ni rastro de las 20 carretas que acompañaban. Desaparecieron las sedas, los ricos tejidos, los licores, el oro y la plata, el tabaco cubano especial para el Rey, así como las carretas y las mulas, hasta un arriero se fue con ellos, diciendo que a partir de ahora sería bandolero.
Lo que había pasado es muy sencillo de imaginar, mientras un puñado de sus hombres entretenían a los soldados, el Tempranillo y el resto de la partida, se llevaron lo que quisieron que fue todo, quedando así burlado el que iba a poner orden en los caminos y colgar al Tempranillo.
La llegada a Almargen no pudo ser menos venturosa, el general Manso de paso para la guarnición de Estepa, decidió esperar la caravana, para felicitar al Capitán por su ascenso. Cuando aparecieron los soldados y los arrieros, el General montó en colera, arrestando al Capitán, al teniente y a toda la tropa.


Heliografía

Este siglo no dejará de sorprendernos, cuando no inventan barcos a vapor, son lo que han llamado las locomotoras y ahora, recién llegado de Francia un señor de nombre imposible Nicephore Niépce ha inventado la Heliografía. Ustedes dirán que es eso de nombre tan complicado. Es una palabra que viene del griego, al que son tan aficionados los científicos, Helios como todo el mundo sabe significa Sol, y Grafía significa escritura o dibujo. La historia del descubrimiento es la siguiente, cuando en el año 1814 su hijo se alistó en el ejército, tuvo la idea de emplear una cámara oscura junto con las sales de plata sensibles a la luz para tratar de conseguir imágenes fijas. Empezó utilizando la piedra como soporte para fijar las imágenes, aunque desistió pronto por los grandes problemas que acarreaba. Siguió entonces con el papel, luego con el cristal y, por último, con diversos metales como el estaño, el cobre y el peltre. Al final parece que obtuvo las primeras imágenes fotográficas de la historia en el año 1816, aunque ninguna de ellas se ha conservado. Eran fotografías en papel y en negativo, pero no se dio cuenta de que éstos podían servir para obtener positivos, así que abandonó esta línea de investigación. Un par de años después, ya en 1818, obtiene imágenes directamente en positivo, sacrificando de este modo las posibilidades de reproducción de las imágenes, por ser las obtenidas imágenes únicas.
En 1826 consiguió hacer su primera fotografía, a la que llamó Punto de vista desde la ventana de Gras, un titulo largo pero explicativo.

Suceso en el sitio conocido por Cahíz

Han encontrado un tesoro semioculto en la base de una encina milenaria. El oficial de tundidor Juan Alamillo y el jornalero a su cargo Atanasio Benítez, han encontrado en la mañana de ayer un enorme tesoro que se cree de época romana. Normalmente estos hallazgos no se conocen más allá de las paredes de las casas de los familiares, pero en este caso y debido al exceso de aguardiente, todo el pueblo se enteró en un santiamén. Parece, tal y como han comentado el maestro de primeras letras Don Manuel Borrego y el presbítero Don Cristóbal Padilla posiblemente sea el tesoro de un patricio Hispano-Romano. Si eso fuera cierto, y no es que dudemos de la sapienza de nuestros historiadores locales, podríamos por fin afirmar que nuestra Villa es tan antigua como la antigua Arrunda.
Por otra parte, los descubridores del tesoro, parece que han tenido algunos problemas. O mejor dicho una serie de disputas que han dejado muy malherido al oficial de tundidor. Parece ser que después de trajinar un par de botellas de aguardiente con la alegría, acabaron al fin en la relación que tienen desde antaño. Como sabemos sus familias se pelearon hace unos veinte años por unos olivos que se echaron a perder, culpándose los unos a los otros, como fuere, salieron a relucir los olivos, y poco después las navajas. En el primer intento tuvieron suerte de que allí estuviera José María El Tempranillo, que puso paz en el asunto y les recordó que el tesoro que han hallado valían 1000 veces los olivos del asunto, en esa ocasión volvieron a sentarse a beber aguardiente y a celebrar juntos. Pero cuando los bandoleros ya se habían ido a sus menesteres, volvió la disputa, sobre todo cuando llegó Francisco Alamillo, hermano del anterior, pero de más difícil contentar. Aseguró delante de todos que el tesoro pertenecía a su familia, pues se había encontrado en terrenos que eran de un tío suyo. Como fuera a Atanasio Benítez no le gustó lo que oía, y volvieron a relucir las navajas, dos contra uno, pero Atanasio es un hombre bragado en estos menesteres, y golpeó al hermano y clavó la navaja en el vientre de Juan. Ahora este se debate entre la vida y la muerte y el Jornalero Atanasio es buscado por los Migueletes, aunque se cree que se habrá unido a alguna de las partidas de bandoleros de José María.

Inauguración de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla

La Escuela de Tauromaquia de Sevilla ha sido la primera institución oficial creada en España para la iniciación y la formación de jóvenes toreros. Fundada mediante Real Decreto el 28 de mayo de 1830 reinando Fernando VII de España, tras recibir el Conde de Estrella una carta firmada el 11 de abril del mismo año por Luis López Ballesteros, ministro de Hacienda, por orden del Rey, para informarse de esa posibilidad. Fue nombrado maestro de la escuela el diestro Jerónimo José Cándido y como segundo maestro al también torero Antonio Ruiz "El Sombrerero". Al conocer esta decisión y a petición propia, fue nombrado primer maestro de la escuela el mítico diestro Pedro Romero, que por entonces contaba ya 76 años de edad. La escuela se financió mediante una gabela que debían aportar las capitales de provincia y ciudades donde hubiese Maestranza, lo que provocó no pocas quejas y probablemente condicionó su efímera vida, ya que se suprimió en 1834 (ya muerto Fernando VII y gobernando la regente María Cristina) destinándose sus fondos a enseñanza primaria y beneficencia. La escuela contó entre sus discípulos a algunas futuras grandes figuras como Francisco Montes "Paquiro", Francisco Arjona "Cúchares", Juan Pastor "el Barbero", Juan Yust, Antonio Mariscal y Manuel Domínguez "Desperdicios".

Se acabaron las velas y aparece el humo

Eso es lo que parecía ayer en el puerto de Cádiz, cuando los allí reunidos contemplaron una escena extraordinaria, un barco de la Marina Estadounidense arribaba a nuestras costas. Los lectores dirán que tiene eso de extraordinario, numerosos son los barcos que arriban a la Tacita de plata, pero en esta ocasión el barco no era ni un velero, ni una gamarra, ni galera, ni barco de remos, el navío iba propulsado por una maquina de vapor. Si tal y como lo han oído, el trayecto entre Lisboa y Cádiz, lo han resuelto en una tercera parte del tiempo normalmente empleado. Este invento, cuando se generalice nos acercará, con mayor rapidez, al lugar que elijamos como destino. El invento se debe a un ciudadano americano de nombre Robert Fulton.